Hace 145 años, en la bahía de Iquique, un marino chileno se arrojó sobre el Huáscar armado de su espada, revólver y un gran corazón.
Por: V. Vera
La historia nos cuenta una hazaña difícil de olvidar: el héroe que se inmola por la patria y sus hombres en un combate desigual.
La corbeta Esmeralda era un viejo buque de madera propulsado por motor y velamen. La verdad que, según cuentan los cronistas del caso, era una embarcación en vías al desguazadero debido a su antigüedad y calamitoso estado: con gruesos trabajos se mantenía a flote y su conducción era asaz dificultosa. Armada de 12 cañones de 40 libras, peso máximo de las balas a disparar, más las armas de fusilería de mano ; por otro lado, hacía frente al mejor navío peruano: el monitor (llamado así por sus dos grandes cañones – Armtrong de 300 libras de peso para las municiones – que se movían al unísono desde una torreta giratoria) Huáscar, barco de guerra blindado con un casco de más de 10 centímetros de espesor, provisto además de otros dos cañones de 40 libras de carga y una ametralladora Gatling de tiro rápido.
Se unía al Huáscar otro navío blindado peruano: la Independencia.
La pregunta que se haría cualquier hijo de vecino es:
¿Qué hacía ahí Prat con sus hombres a bordo de la Esmeralda?
Hay varias respuestas posibles, desde luego la que concierne a la orden recibida: su misión naval; sin embargo, la explicativa tenía relación con mantener un bloqueo sobre el puerto – en la época peruano – de Iquique.
Prat en la Esmeralda, junto a los comandantes de la goleta Covadonga y del barco de transporte marino Lamar, todos de madera, debían impedir la actividad comercial del puerto de Iquique, esto es: todo intercambio comercial desde y hacia el puerto que se intentara por vía marítima, era amenazado por los barcos chilenos.
Como era de esperar, tal cosa no hizo ninguna gracia a las autoridades peruanas de Iquique (a la sazón tierra de Perú) que, cañoneaban desde tierra, con poca fortuna debido a la lejanía de los barcos y a las dificultades de tiro del momento, hacia las embarcaciones chilenas.
¿Qué explica que el Capitán Prat, junto a los suyos, se hallase en esas circunstancias?
El momento histórico referido, como casi todo mundo sabe, se debió a la Guerra del Pacífico, conflicto bélico protagonizado por Perú y Bolivia contra Chile.
A su vez, la citada guerra tuvo sus orígenes – se sabe como inician las guerras, mas no como terminan – en diferendos de Chile: limítrofes con Bolivia y económicos con Perú.
Los temas limítrofes se iniciaron cuando Chile impugna el avance de Bolivia al sur del río Loa y los económicos con razón del arriendo de yacimientos mineros – salitre – por el Estado peruano a empresarios chilenos, los últimos alegaron cambio en las reglas del juego que lesionaban fuertemente sus intereses.
Antes del Combate Naval de Iquique, la guerra era vista con lejanía por muchos chilenos, cuando no con animadversión.
Cuando hubo noticias escritas en la prensa referidas a los detalles del combate naval, el hundimiento de la Esmeralda y la muerte de Arturo Prat Chacón, junto con la mayoría de sus marineros, se produce un efecto inflamatorio del ser nacional y de colaboración en la defensa del país. Así, los cantones de reclutamiento de voluntarios para el frente de batalla se activaron – antes oficinas desprovistas de adherentes – se entiende la apatía inicial con la guerra, porque quién de buenas a primeras se interesa por ir a pelear a un frente de batalla que ni sabe con certeza dónde está, ni es consciente de ningún beneficio de tal paso. Relatan las fuentes de la época, que hubo largas filas de personas interesadas en alistarse en para ir a pelear por Chile.
Volvamos a Prat y sus hombres: Echados casi al abandono de su suerte – sin margen de maniobra al estallar el motor de propulsión del barco – viendo que se acerca el enemigo al grito del conocido «humos al norte», expresión tan socorrida en los actos de homenaje de las escuelas chilenas.
Era el monitor Huáscar, al mando del Almirante Grau Seminario, oficial naval peruano entrenado, a bordo de un poderoso buque de guerra, blindado y con armas de fuste para la época. Al primer disparo de sus grandes cañones – que afortunadamente para Prat y los suyos no dio en el blanco – el capitán chileno comprendió que no tenía oportunidad contra ese barco de guerra, sino fuera por reducir la ventaja de aquel en un combate «cuerpo a cuerpo».
De tal modo, con la escasa fuerza que le entregaba el herido de muerte motor de la Esmeralda, ordenó echarse encima del blindado, Grau hizo una adecuada lectura de la movida del capitán Prat y dio orden de embestir a la Esmeralda con el espolón metálico del Huáscar, con la intención de propinarle un hundimiento rápido.
Prat, previsto de la situación hace su ya famosísima arenga:
«Muchachos, la contienda es desigual, pero ánimo y valor. Hasta el presente, ningún buque chileno ha arriado jamás su bandera; espero, pues, que no sea esta la ocasión de hacerlo. Por mi parte, yo os aseguro que mientras viva tal cosa no sucederá y después que yo falte, quedan mis oficiales, que sabrán cumplir con su deber…¡Viva Chile!
Mientras tanto en tierra la gente se arremolinaba en la costa para dar vítores al Huáscar (recordemos que eran tierras peruanas) al tiempo que entusiasmados con el curso de los acontecimientos, también disparaban hacia la Esmeralda, haciendo la situación de una muerte segura para la tripulación. La duda estaría no en si morir o vivir, sino cuándo…
Al primer espolonazo del Huáscar contra la Esmeralda, Prat gritó: ¡Al abordaje muchachos! siendo secundado en esa acción fatal por el sargento Juan de Dios Aldea y el marinero Arsenio Canave. Todos murieron a los pocos instantes.
La única muerte de la tripulación del Huáscar fue el Teniente segundo Jorge Velarde, quien estaba sobre cubierta al cuidado de la enseña – la bandera – quien recibió tres disparos de revólver del Capitán Prat, tan pronto este tocó cubierta del Huáscar.
A los segundos Prat y los suyos recibieron una descarga de fusilería que acabó con sus vidas.
El saldo del combate fue por parte de los chilenos: el buque Esmeralda hundido y ciento cuarenta y tres muertos, incluido su capitán, más cincuenta y siete náufragos; por los peruanos: un muerto, el Teniente Velarde y, siete heridos.
Se recordará la ilustrativa escena que corona la muerte de los héroes: el guardiamarina Ernesto Riquelme es el encargado de disparar el último cañonazo contra el Huáscar, ya en pleno proceso de hundimiento de la Esmeralda, acción realizada casi a ras de agua.
Cómo no mencionar la caballerosidad y la ética de guerra demostrada por el comandante Grau Seminario que, ordena el rescate de los náufragos de la Esmeralda y el cuidado del cuerpo exánime del Capitán Prat. Más tarde enviaría a la viuda del Comandante Prat, Carmela Carvajal, en un gran gesto de humanidad: el uniforme, espada y, si no se recuerda mal lo aprendido de niños en la escuela, una biblia que portaba el héroe.
Hay, desde luego historias paralelas que agregar a esta crónica, como por ejemplo: la cierta ojeriza de la oficialidad de la Armada chilena contra Prat, quien era visto con cierta desconfianza por salir de lo acostumbrado (además logró en su momento el título de Abogado en la Universidad de Chile) y, según dicen, por interceder haciendo esfuerzos como leguleyo por un oficial naval amigo suyo, quien se hallaba en trance de separación legal de casamiento. La acción de apoyo por Prat para disolver el enlace (anular el matrimonio, como era el caso en esos tiempos) no fue bien mirada, porque iba contra la tradición naval de disciplina, fe y familia o, por – como también cuentan – el afán de Prat de quedarse siempre con la última palabra, obedeciendo órdenes, no a regañadientes; pero, «con argumentos», sencillamente caía mal en las autoridades navales.
Tal es el caso que, luego de solicitar asignación de barco, Prat obtuvo el peor buque de la armada.
En fin, guardemos para esta ocasión los valores de Prat y los suyos, el esfuerzo por perseverar a pesar de la contracorriente y el no rendir el ideal.
Hoy, en los tiempos que corren, los valores de nuestros héroes serían un gran tesoro si se hicieran carne en el cada día, cada acción, cada juicio.
Chile puede ser mejor.
¿Quién quiere ser un héroe?
Letra C Hace llegar un gran saludo y reconocimiento a la Armada de Chile en el Día de las Glorias navales.