El mapa no es el territorio

Otra manera de mirar lo sucedido en el Sistema de Admisión Escolar (SAE)

(Créditos imagen: Instituto Geográfico Militar)

En esta época donde importa la precisión y la definición más exacta posible para tomar una directriz de política pública, es cuando más se yerra.

Claro, no por mucho emplear el GPS (Global Positioning System, en su sigla a la inglesa) definir coordenadas y relieves antes de dar un paso, ya sea para la aeronavegación o el doméstico servicio de taxis a domicilio, garantizamos al 100% el acierto.

(Créditos imagen: GPS Vision)

Imagine que usted tiene un hijo en edad escolar en Chile y, ya sea que se incorpora por primera vez a la educación en los primeros niveles del sistema (de párvulos o Educación Básica) o, ya debido a un cambio de residencia necesita matrícula en un nivel cualquiera de la educación escolar (de Educación de Párvulos, Básica o Media) y se trata de enseñanza subvencionada, pública o privada (la educación pagada de las élites no vive este fenómeno) pues, entonces debe postular a su hijo a través del Sistema de Admisión Escolar (SAE) el cual administra las sillas disponibles versus la demanda de las mismas, ya sea en la temprana edad de párvulos o el último año de Educación Media.

Desde luego, aunque Ud. No se maneje mucho en internet (el SAE opera en esa plataforma) no podrá menos que coincidir en que es fácil postular (salvo que por alguna razón su hijo no tenga RUT nacional, ahí debe agregar otro trámite, no siempre expedito)y…: ¡Voilá! (¡listo! en francés, le da un toque) tiene toda la oferta disponible, con detalles de resultados, fotografías e información por doquier del colegio deseado (eso, si no tenía usted un colegio visto desde antes). Luego de curiosear por la plataforma SAE, inclusive para cerciorarse de cuál colegio jamás escogería para su hijo, se hace el “clic” en la alternativa soñada y, claro, para qué va a postular a otro colegio si quiere ese, es lo lógico ¿no? Ya sea por sus características de rendimiento, sobriedad en el uniforme, exigencia de comportamiento, mixto o no, laico o religioso, en fin, Ud. ya tiene su decisión y por supuesto la hace valer en la plataforma SAE.

(Créditos imagen: Mineduc)

A pesar de lo prevenido que haya sido, por terceros o por la misma página del SAE, usted no marcará muchas otras opciones, no sea cosa que quede allá, no donde no quiere.

La dura realidad: muchos otros padres tuvieron la misma idea y cliquearon el mismo colegio que Ud., entonces… ¡horror! Se trata de un sistema inhumano que no considera las variables personales porque… ¿Cómo deja sin colegio a su hijo?

¿Cómo se resolvía esta situación antes del SAE? En ciertos colegios había sistemas de admisión, pruebas estandarizadas o no, que su hijo debía rendir (en no pocos casos no eran sistemas que permitieran consultas posteriores a los interesados) ; o, se realizaban largas entrevistas a los padres que eran claves para dilucidar el marco de valores de la familia y si coincidía o no con lo que el colegio necesitaba; se postulaba con el promedio de notas de los cursos previos (sin atender a las diferencias de enseñanza y notas de establecimientos muy desiguales entre sí, aunque muchos opinaban que, aunque enojoso, este método era el más “fiable” o predictor); también estaba el mecanismo de postulación (cortapisa) del pago, si no se contaba con lo suficiente para la mensualidad no había ningún modo de acceder a ese colegio; o sea: el colegio lo escogía a Ud.; ok, también existía el infalible mecanismo chileno idiosincrático: el pituto, conocer a alguien y, gracias a terceras influencias obtener esa silla en el colegio del caso y…. güichipirichi, ya ganó.

Ninguna persona sin enrojecerse diría que los mecanismos mencionados implicaban justicia o meritocracia, pues partían de la diferencia de cuna y del manejo previo del estudiante asociado a un desarrollo cercano gracias a su esfera familiar, en resumen: la suerte de haber nacido allí.

(Créditos imagen: Pinte rest)

En muchos países, de los cuales admiramos su desarrollo, se usa un mecanismo como el SAE chileno, eso sí, con menos drama porque se atiende al territorio y no al mapa.

Sí, pues, el SAE es el mapa que intenta reflejar la realidad lo más fielmente posible; pero, no es el territorio, no es la realidad que, puede ser dura.

Algunas gentes voluntariosas estarán pensando en arreglar el mapa, dejando – por difícil – arreglar el territorio para más adelante: ¡Es fácil! Saltó uno: basta con agregar “clics” obligatorios al SAE, en la web, del tipo que, si Ud. no pone el teléfono cuando hace una compra por internet, no le deja avanzar ni cerrar la sesión. O sea, insiste el iluminado voluntarioso: se trata que el postulante deba por fuerza marcar más opciones, digamos unas 15, en algún colegio va a quedar y, ¡listo!

¡Plop! Exclamó el postulante.

¿Cuál es el problema? El territorio.

El SAE debe asegurar que haya suficientes sillas disponibles con unas característicasmínimamente estandarizadas de calidad educativa, por comuna o sector en cada región.

¿Cómo se hace eso? Lo primero es tener claridad de cuántas sillas disponibles hay para cada nivel en los ciclos y modalidades escolares. Desde luego lo anterior es muy fácil. Todo mundo medianamente alumbrado lo sabe. 

Lo segundo, ya más difícil sobre todo mirando el ser nacional donde no se piensa más allá de hoy, es tener certeza – antes del inicio de la postulación SAE – de cuál es la demanda por ciclos y modalidades escolares por comuna y región. Se agudiza la dificultad habida cuenta de la migración hacia el país que, dicho sea de paso, vino a salvar escuelas y liceos con pocos estudiantes (tanto es así que hubo municipios, largo de contar, que se dieron el lujo de cerrar escuelas y liceos o, derechamente abandonaron infraestructura escolar ahora muy valiosa). Eso sí, la migración, cuando se estabilice (si eso es posible) dará alivio a la autoridad poco visionaria (cómo es eso que se van y llegan estudiantes, ¡habráse visto!).

Todo lo anterior es la parte fácil del atolladero. Lo complicado es garantizar una determinada calidad educativa y hacerla vivir en todas las escuelas y liceos, de ese modo no habría ninguna zozobra que el postulante no quede en la primera opción, sino en la tercera, si todo es felizmente bueno.

Tenemos que reconocer las y los chilenos (y ahora las y los migrantes) que todos no entendemos lo mismo por calidad educativa.

En este escenario proponemos visualizar – ya que no se observa la Ley General de Educación (Ley N°20.370 del 2009) donde algunos de estos temas ya están reglados – a lo menos, lo indeseable, algunos ejemplos que a cualquiera se le ocurren: escuelas donde no se aprende a leer y escribir comprensivamente hasta el cuarto grado; escuelas donde las y los estudiantes, al octavo nivel, no resuelven problemas de la vida cotidiana empleando matemática básica de manera mental o vía algoritmos de uso común;  liceos donde hasta segundo medio no se entienden gráficos descriptivos y no se es capaz de elaborar cuestionarios para recoger información que sea susceptible de verter en estadígrafos; liceos donde al egreso de cuarto año las y los estudiantes no son capaces de redactar y argüir con convicción y propiedad ideas o puntos de vista o, no abstraen lo concreto a lo simbólico en matemática o filosofía, Etc.

Bueno, entonces tendríamos una razonable – esperamos – lista de características de escuelas o liceos que no merecerían el nombre. Ahí deberá tomarse una decisión (por la autoridad: sacarlos adelante; y, por el sostenedor: responsabilizarse de sus procesos y resultados).

Ahora, cuáles podrían ser los apoyos para escuelas y liceos: lo primero insoslayable, tener un sostenedor – persona jurídica que provee el servicio educativo – público o privado responsable (la dura realidad del territorio es que los hay de los otros, que no cumplen las mínimas obligaciones); luego, afinando el modelo de financiación (el costo de educar es distinto dependiendo el territorio, eso se debería saber) sería dable de pensar que se gozaría de un mínimo garantizado para caminar en el sentido correcto (no tenemos que explicar cuál es el sentido correcto ¿verdad?).

Otros apoyos valiosos: la Subvención Escolar Preferencial (SEP) que asigna un recurso monetario especial habida cuenta de la naturaleza vulnerable social, económicamente del estudiantado (esto, funciona bastante bien) hay muchas escuelas y liceos que por tener estudiantes de la condición referida, reciben decenas y aun cientos de millones de pesos al año por este ítem.

Eso sí, la rendición de cuentas de los recursos SEP (la de calidad, no la contable) no se hace con la seriedad que merece el tema. La mayoría de las escuelas y liceos hacen todos los años el mismo Plan de Mejoramiento Educativo (PME) que financian con los recursos públicos de la SEP, sin mirar sus resultados o sin evaluar necesidades emergentes (baste decir, esto es ilustrador, que el ítem donde se invierte menos recursos SEP es la capacitación docente). Por otro lado (esto funciona bastante mal) la autoridad del ramo recién para lo que va la mitad del Año Escolar está esperando terminar la etapa evaluativa del PME. Absurdo: el año ya casi se fue y todavía no inicia el flamante PME del año encurso (es obligatorio decir que lo anterior es una mera entelequia, pues los recursos SEP llegan mes a mes de enero a diciembre y, durante todos esos meses los dineros están convenientemente gastados para luego realizar la tradicional rendición y… vuelta a empezar el año venidero). 

Por supuesto hay escuelas y liceos donde todo funciona bien, en lo público y lo privado. A esto se debe apuntar. Es el territorio lo que se debe mejorar, no solo el mapa.

¿Qué viene ahora, luego de la gritadera de unos y otros? Casi nada. Es la verdad.

Nos enfrascaremos en pendencias de nunca acabar, lo tuyo no, lo mío sí, olvidándonos de lo esencial: nadie debe quedarse abajo de la escuela o liceo y estos han de funcionar lo mejor posible. Con justicia y equidad. Todos podemos aportar para bien.

(Créditos imagen: ABC)

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